martes, 6 de diciembre de 2011

El horror y la anestesia

Velázquez, Cristo crucificado (izq.) Grünewald, detalle de Crucifixión (dcha.)

Resulta difícil establecer lo feo. Lo universalmente feo, lo horroroso, lo repugnante. De la misma manera que sería demasiado general decir que lo horroroso y lo repugnante originan pasiones opuestas como el rechazo y el morbo. Tal vez haya una mayor cantidad posible de respuestas frente a este tipo de estímulos.

Géricault, Estudio de decapitados. ca. 1820
Un Cristo crucificado o un San Sebastián pueden causar impresión si culturalmente no estás familiarizado con las escenas de martirio. No obstante, el horror de un martirio puede ser estético, incluso erótico, una vez pasado el rechazo inicial ante la violencia o la muerte, si pensamos en los ejemplos de Goya y Berruguete; o de rechazo en el caso de Grünewald. Aprensión e impresión suponen una reacción inicial que, una vez afirmado que lo contemplado es ficticio, alejan del dolor representado. Un Marsias desollado, San Juan decapitado, la disección de un cadáver, miembros amputados, la cabeza de Luis XVI, animales disecados, un Ecce Homo, las operaciones en directo de Orlan, Saturno devorando a sus hijos, el ojo de Un perro andaluz, Nosferatu... Provocan reacciones distintas en función del grado de horror y de conocimiento. 

La Gran Vía de Madrid durante la Guerra Civil
La historia del arte está plagada de horrores ficticios. La realidad aparente también. Una fotografía de destrucción tras la exlosión de una bomba es horrorosa, decadente. Ajena. El mediatizado cadáver de Gadafi, cubierto de sangre, induce al pavor de la muerte. Pero es una muerte ajena. Escuchar a Orlan recitar versos mientras le están realizando una operación horroriza. Y atrae. Porque la contemplación mediatizada atrae la idea de irrealidad. Lo monstruoso revestido de un nombre, aquello sobre lo que conocemos, inspira la doble idea de horror sentido y horror ficticio. Porque aquello que hemos conocido no lo hemos conocido bajo una forma horrorosa. Ergo el horror que contemplamos es ficticio. Altera aquello que conocemos únicamente por la idea de que no es posible que lo conocido sea alterado de una manera abyecta. El horror aplicado a lo que no conocemos es horror lejano, un horror que sentimos en una identificación lejana: con la ciudad destruida en la idea de ciudad, de nuestra ciudad, de la posibilidad de nuestra ciudad destruida; con el cadáver, con el sufrimiento de un humano, de un posible yo. De un yo que, no siendo yo, es lejano. Un otro que no duele. 

Un horror anestesiado. Disecado.


5 comentarios:

  1. Gunther Von Hagens, creo que ese es el autor de la exposición Body Worlds; con sus cadáveres polimerizados, a medio camino entre la exhibición de feria, el estudio anatómico o el arte, creo que es un ejemplo de esa anestesia que la cotidianidad acaba ejerciendo sobre la manera en que miramos aquello que está expuesto. Como en esta exposición en la que el escándalo inicial de la mano del morbo o la curiosidad, ha dado paso a una visión casi ordinaria y cotidiana que ahora vemos con noramlidad, que ya no escandaliza. ¿Arte, espectáculo, investigación?
    Echando la vista atrás, quizá esta manera de proceder no difiera tanto de los métodos que en su época usaba el mismísimo Leonardo.

    ResponderEliminar
  2. Aunque cada persona perciba un grado de fealdad diferente, yo creo que en el fondo los seres humanos, en una primera impresión, reaccionamos con horror. Para mi la diferencia está en la reacción que tenemos una vez que procesamos esa información. Los más sensibles se escandalizarán, los más curtidos permanecerán frios. No se cual de las dos es la reacción más "correcta", solo espero que el arte no se limite en escandalizar como último fin (algo muy diferente a lo que hacía Leonardo, que acompañaba ese escándalo con una intención profunda que solo unos pocos podían percibir).

    ResponderEliminar
  3. En realidad, creo que existe un trasfondo mucho más profundo dentro de ese arte que, en principio, parece buscar únicamente el escándalo. El interés por la taxidermia, por la crítica social, por la reavivación de una conciencia acientífica sobre la vida y la muerte... Tal vez sea una respuesta posmoderna y posromántica, una reacción ante la aparente frivolidad de la sociedad contemporánea. Una llamada de atención a la sensibilidad dormida.

    Seguiré meditando.

    ResponderEliminar
  4. Pues no lo había contemplado bajo tu punto de vista; quizá este tipo de obras busquen precisamente espolear, despertar esas sensibilidades dormidas,y quizá haya pasado por alto que, en todo artista late una curiosidad, una búsqueda constante, un ir más allá, un no quedarse anclado. Puede que como espectadora -no me gusta esa palabra, pero quizás ante el arte me comporte con frecunecia como mera espectadora-, del arte sea yo quien se ha quedado cómodamente anclada, sin arriesgarme a dar un paso adelante en mi manera de mirar. Creo que tu punto de vista me hace ampliar mi adormecido horizonte. Gracias.

    ResponderEliminar
  5. De vez en cuando intento describir el horror. Obviamente no disfruto con ello. Me limito a expresar un sentimiento. La idea, por supuesto, es que el lector experimente una catarsis. Me gusta pensar en un artista-idealista que (dentro de su natural egoísmo) trata de transmitir una vivencia. En cuanto a los otros, pues... allá ellos.

    ResponderEliminar