miércoles, 25 de enero de 2012

Kitsch y camp (I)

Balloon dog, 1994-2000. [Jeff Koons]
KISTCH:  Dicho de un objeto artístico: pretencioso, pasado de moda y considerado de mal gusto.
                   Estética burguesa de mal gusto.
                   Se aplica a la estética que resulta de mal gusto o pasada de moda pero pretende ser elegante, distinguida y moderna imitando objetos o estilos artísticos ya superados.

CAMP:     Afectación de costumbres y gustos frecuentemente considerada artificial, vulgar o banal.
                  Afeminado.
                  Autoparódico, especialmente cuando es de gusto dudoso.

La sensibilidad camp busca una transformación de lo serio en algo frívolo, afectado y premeditadamente excesivo, y se reduce a la conversión de lo aparentemente naïf en un atractivo vulgar y banalizado. Susan Sontag establece un paralelismo entre lo camp y la autoconsciencia del kitsch -entendido como una vulgar imitación (y por lo tanto falsa) de algo elevado- en una cultura artística masificada, próxima a las raíces del neobarroco posmoderno. Tal vez esta banalización de lo serio sea en realidad una ironía trivial a la vez que repugnante, angustiosa y materialista, sobre la que dice Warhol:

"...No quiero decir que el gusto popular sea malo y que todo lo que es desechado por el mal gusto sea bueno [...]. La vida en Nueva York brinda muchas ocasiones para querer lo que otros no quieren: para querer las sobras. Hay tanta gente con la que competir que solo hay esperanzas de conseguir algo cambiando los propios gustos y queriendo lo que otros no quieren: las sobras..." (Andy Warhol, Filosofía de Andy Warhol, 1975)

El trasfondo sexual del camp, inherente a su afectamiento natural, lleva a elevar a lo alto las figuras andróginas, pero también a una exaltación de las características sexuales en la propia personalidad, teñido de un hermafroditismo que afecta "a las figuras empalagosas, ligeras y sinuosas de la pintura y de la poesía prerrafaelista; los cuerpos delgados, fluidos, asexuados de las estampas y de los manifiestos art nouveau presentados en relieve sobre lámparaas y ceniceros; el obsesivo vacío andrógino detrás de la belleza perfecta de Greta Garbo". (Susan Sontag, Notas sobre el camp, 1964)

The RockyHorror Picture Film, 1975 [Jim Sharman]

6 comentarios:

  1. Yo sí diré (aunque solo sea por contradecir al fotomaníaco) que, en general, el gusto popular es malo.
    Cuando era un chaval las casas estaban atestadas de figuras de Lladró (o similares). Ya entonces me parecían patéticas. Sin embargo, aunque en España han ido desapareciendo (creo), algunas personas de origen inglés siguen coleccionándolas (doy fe). El mal gusto suele estar presente en la cotidianidad obrera (incluyendo a los nuevos ricos). En general, la gente culta es discreta y, consecuentemente, elegante en cierto modo. Por ejemplo, no es usual que una mujer cultivada se maquille en exceso; en el otro lado, la maruja de turno, cuando la ocasión lo requiere, se pinta hasta parecer un auténtico loro humano. Hasta en el hablar se puede vislumbrar el (buen o mal) gusto; raro será que una joven chillona lo tenga, mientras que la del fondo, ésa que habla en susurros y mira tímidamente...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tal vez la interpretación popular de algo culto sea lo terrible. No sólo lo pensaba cuando veía las "estampitas" de turno, también cuando observaba la Última Cena de Leonardo en horrorosos bajorrelieves metálicos colgados en las casas, las torres Eiffel en miniatura colgadas de los llaveros -oh, horror, yo también tuve mis momentos-, y cuando veo en las tiendas de decoración espantosos muebles pseudoegipcios con forma de momia...

      De las esculturas de Lladró ni hablo.

      No obstante, también hay gente culta y, por exceso, barroca y kitsch. Qué se le va a hacer...

      Gracias por asomarte

      Eliminar
  2. En mi opinión, creo que las clases altas, parten con ventaja, pues han tenido acceso a una herencia de foramación cultural, de buen gusto expositivo dentro de su propio hogar, a veces con verdaderos museos dentro de casa, que dista mucho de la que las clases obreras han tenido en la suya. Esto me lleva a plantearme si el buen gusto es algo innato, algo que se puede aprender, o tal vez, ambas cosas puedan ser. Pero por otra parte ¿Cómo decidimos qué es el buen gusto?. Y por otro, es cierto también que he podido comprobar cómo personas de clase obrera, sin bagaje cultural familiar, tenían un gusto y sensibilidad exquisitos...tal vez todo resida una cuestión de sensibilidad, pero entonces, ¿todos nacemos con ella y luego al no cultivarla se pierde?, ó, ¿sólo unos pocos nacen con ese toque especial?, o tal vez, ¿se puede llegar, digamos, educando los sentidos a alcanzar esa capacidad hasta igualar, e incluso superar la de alguien que, habiendo sido dotada con ella, a fuerza de no ejercitarse, ha llegado a perderla?

    Perdonadme que me haya extendido tanto, pero vuestras reflexiones me han despertado multitud de cuestiones.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Margarita, siempre propones cuestiones interesantes. El problema de la sensibilidad y la cultura es fascinante. Desde mi punto de vista, creo que la cultura acerca un poco al entendimiento, pero no es imprescindible. Considero que el ojo inexperto puede ser tan apto como cualquier otro para distinguir -y aquí caigo en mi propia trampa- lo kitsch entendido como algo malo o burdo y lo "bueno". Y digo que caigo en mi propia trampa porque, partiendo de la idea de que la sensibilidad kitsch puede configurarse como arte e incluso como estética, es impensable que hable de algo "bueno" refiriéndome al arte tradicional -imagina, si quieres, un Madrazo o un Caravaggio. Me has pillado los dedos.

      No estoy segura de que las sensibilidades puedan atrofiarse. El camino contrario de evolución, no obstante, está abierto. La paradoja está servida.

      Gracias por tu inquietud.

      Eliminar
  3. Has dado en el clavo: ¡formación cultural! Que no tiene nada que ver con cursar estudios obligatorios. La cultura ha de estar en el ambiente, se ha de respirar: el buen gusto viene por añadidura.
    Pero eso casi nunca ocurre porque la cultura es esquiva. Luego están las excepciones, claro, pero ésas no hacen un barril. De todos modos, podría ser que, después de todo, esa escasez sea lo más atractivo de un buen gusto que, si estuviera masificado, resultaría vulgar.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Masificación y vulgaridad. Me gusta la idea y me recuerda, imperdonablemente, las tiendas de regalos y recuerdos de los grandes museos vendiendo réplicas serigrafiadas de Velázquez en camisetas y gayumbos.

      Supongo que hay un límite entre la cultura sentida, entendida y respetada como tal, y el mal gusto. Aunque cada uno lo interprete a su manera.

      :)

      Eliminar